Acabo de terminar la lectura de "Nada se opone a la noche" y quizá es demasiado pronto para hablar de ella. Sigo recomponiéndome, sí, yo también como lectora, de todo lo sucedido o mejor de todo lo descrito por la fabulosa Delphine de Vigan. Era el primero de sus libros que leía y he de decir que ya tengo en mi biblioteca otras dos de sus obras. Como si no hubiera tenido suficiente. Reconozco que me llevó un tiempo leer esta novela. Comencé sin mucho interés, movida por los habituales "te va a gustar" que me lanzaban y su estilo racional (pensé) y distante (qué inocencia) terminó por hipnotizarme. Delphine de Vigan va tejiendo el relato de forma que su voz es la nuestra. Pronto nos identificamos con su intimidad. No nos habla a nosotros, habla para sí misma, y nosotros somos ella. Su drama es el nuestro y nos hace pasear por su historia, la historia de una familia singular, viendo a través de sus ojos de niña, de adolescente y después desde su madurez. En su libro vivimos toda una vida, sino varias, de manera intensa y nos atrapa porque querríamos, como ella, cambiar el sino de Lucile, tan bella, tan misteriosa, tan seductora y dañina. También somos su madre y paseamos por París, más bien deambulamos, escapando a la sombra y cayendo irremediablemente en ella. Nada se opone a la noche, dice.
El ritmo de la novela, que en un principio consideré lento, pronto se hace trepidante. Quizá siempre lo fue. Su relato seduce como la mirada de Lucile en la fotografía de la portada, sin opción a una retirada. Una vez que has conocido a los personajes quieres, y necesitas saberlo todo. En sus entrevistas la escritora manifiesta con extrañeza la continua pregunta: ¿es todo real? Como si solo existiera una realidad. Vivimos lo que Delphine recuerda, lo que ha compuesto y recreado en su investigación familiar tras el impactante hallazgo con el que nos sorprende en la primera página: el descubrimiento de su madre muerta. Comenzamos el viaje pues, huérfanos, con el corazón encogido y continuará golpeándonos una y otra vez en su majestuosa narración que describe, sin regodearse los desvelos de una familia azotada como ella misma dice, demasiadas veces por la pérdida. El planteamiento a priori no parece atractivo, sin embargo De Vigan relata como nadie sentimientos, lazos familiares y escenarios donde todos podemos reconocernos. También hay lugar para la risa, la sonrisa, la vergüenza, el accidente, los encuentros, los hijos, los lugares, las vacaciones, los objetos, las direcciones que atrapan fragmentos de vida.
Sin duda es una lectura recomendable y necesaria, intensa, orgánica, vital, que he leído con el corazón encogido, con la lágrima latente y totalmente seducida por su espléndida escritura.
Olaya Pazos para Niebla Road