Voy a hablar de una debilidad y una esperanza.
Voy a hablar de una película que aún no existe, de un deseo que quizás nunca se convierta en realidad.
Todo comenzó con una frase: “Los problemas amorosos de Madeleine empezaron cuando sus lecturas de teoría literaria desconstruyeron la idea que tenía del amor”. Esas palabras sembraron la semilla que, años más tarde, brotarían como una de las novelas esenciales en lo que llevamos de siglo XXI: La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides.
Es una historia de amor y enfermedad, de semiótica y filosofía, una novela de campus y aprendizaje, un ensayo oculto en la ficción, un homenaje (jamás reconocido por el autor) a David Foster Wallace.
Descubrí a Eugenides a través del cine, gracias a la maravillosa adaptación que hizo de “Las vírgenes suicidas” Sofia Coppola. La película me llevó a la novela, que es no menos maravillosa con ese humor formal que preludia el contenido trágico.
Después llegó Middlesex, al menos a mi biblioteca, malva y compacta de Anagrama, una historia cargada de nostalgia y detalles, otoñal e inmensa. Leo una noticia ya vieja que cuenta que HBO iba a hacer una serie a partir de ella. No ha sido así, pero quién sabe.
No sería sencillo llevar al cine La trama nupcial: una historia que parte de las entrañas de los protagonistas y que se extiende en el tiempo, vidas complejas que para explicar en imágenes, reflexiones lúcidas sobre el amor, la amistad, el paso de los años o la locura.
Pero seguro que alguien se anima.
Yo no pierdo la esperanza.
David Barreiro para Niebla Road
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Portada de La trama nupcial |
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