ORO

Decía Woody Allen en la apreciable "Todo lo demás" que no se debía copiar pero, en caso de hacerlo, copiar a los mejores. Sin duda, los referentes de todo creador están ahí y no hay por qué evitarlos, es justo ponerlos sobre la mesa. Lo que sucede es que si uno decide rendir un homenaje desde el primer plano a una obra maestra como Apocalipsis Now corre serio riesgo de salir escaldado. Quizás es lo que sucede con esa imagen aérea inicial de la selva de Nueva Granada en Oro, que nos remite de manera inmediata al Vietnam de Coppola y, por extensión, al Congo de Conrad. Díaz Yanes eleva de tal manera el listón de nuestras expectativas que posteriormente nunca, o casi nunca, lo consigue franquear.

Oro tiene virtudes inestimables en lo referente a la técnica, con una fotografía primorosa, envolvente y claustrofóbica y en la que se percibe la destreza de un realizador que se mueve con soltura y estilismo entre el fango y la lluvia, pero también tiene problemas, y serios.

El principal es el guión, lastrado por conversaciones insustanciales cuando se pretenden épicas y vacuas cuando se pretenden transitorias. La ruptura del ritmo constante y la falta de tensión que bien podría haber sido escrita mantienen a raya al espectador, siempre consciente de que está al otro lado de la pantalla. Así las cosas, a pesar del notable reparto, sólo Raúl Arévalo consigue dar sentido, fuerza, magnetismo y verosimilitud a una historia que busca continuamente sin encontrarlo su mítico El Dorado: un guionista.

David Barreiro para Niebla Road

Fotograma de la película ORO de Agustín Díaz Yanes

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